
Jacob echó a andar de nuevo y, como quien no quiere la cosa, alargo el brazo y me tomo de la mano. Caminamos callados entre las rocas.
Pensé en la imagen que debíamos de tener al caminar juntos de la mano, la de una pareja, sin duda, y me pregunte si no tendría que oponerme, pero siempre había sido así entre nosotros y no existía razón alguna por la que cambiarlo ahora.
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